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"El juego de los tiempos"



Crítica de Cristina Landó

Semanario El Popular

 

La obra de Juan Carlos Rubio, “Las heridas al viento” es una comedia de entrelazamientos sutiles pero reales, lo cual significa de que el texto vuela por sobre un territorio de climas cambiantes en sus definiciones, que también estimulan una suerte de intrigas esporádicas.
No es exactamente expresionista pero está cerca, por la sustantiva presencia de caracteres próximos a esta corriente. Sería interesante retrotraerse en el tiempo y ofrecer una imagen global, unívoca, determinando los puntos sustanciales de su programa, a partir de un valor aproximativo, para luego señalar los aportes concretos vinculados con el pequeño margen de error y, llegar así a una conclusión que, de todos modos nunca será la definitiva. En principio debe remitirse el expresionismo a la Alemania de la segunda década del SXX, a aquel clima socio-político y cultural. Durante la Gran Guerra este movimiento alcanza la cima de su parábola, esto ocurre al polarizar en torno de sus artistas, vastas zonas de la intelectualidad alemana y de la juventud, a punto de vivir la alucinante experiencia de trincheras y que esté ávida de sacudirse en consonancia con la radical aparición de los valores tradicionales que esta experiencia implicará. Cerca del movimiento agitado de los expresionistas, subsistía el impresionista moderado, que rezumara tradición en la moral y las convenciones sociales.
Sin guardar elementos puros emergentes del expresionismo, la obra de Rubio contiene, por ejemplo, realidades articuladas en dos planos, de modo tal que, detrás de lo cotidiano, lo normal de todos los días, él advertirá la presencia de una dimensión trascendente que ha de ponerle a las cosas su profunda y especial dramaticidad.
“Las heridas del viento” tiene tensión, surge de ella el esfuerzo constate para captar el valor absoluto oculto entre las informaciones inmediatas de la realidad que, por más que se perciba, como siempre muestra su hilacha de fugacidad. La pieza de Rubio tiene en su núcleo una tendencia permanente a la alegoría y, de este modo, adquiere conciencia de la dualidad de planos de la realidad y de exasperado dramatismo en focalizar la naturaleza. La angustia interna del “hijo”, pasa por diversos estados y es comprensible que no logre aplacarse su conciencia individual sino que necesite constantemente exteriorizarse. Así, el muchacho, sorprendido, arrinconado por los sucesos pero que finalmente va introyectando causas, proclame el desgarramiento, la tragedia del dualismo que acosa al hombre. En excelente trabajo Germán Weinberg, como “narrador expresionista” se convierten “contador” de su propia historia, de sus problemas, sus angustias, sus furias, La palabra murmurada, puede convertirse en un grito salvaje, el grito de la naturaleza que se expresa.
Dentro del movimiento expresionista - que para nosotros en la estructura y la tendencia, la pieza está muy cerca- es el otro personaje excelentemente interpretado por Daniel Torres quien lleva sobre sus espaldas la cuota del entrecruzamiento estético, está altamente presente el asalto de la herencia moral, social y política. Torres, en un personaje de personalidad engolada, trasgresora, comienza por revolucionar el lenguaje y declarar la guerra a los hechos; el actor, realza sobre todo el dinamismo de la expresión, incluyendo los globos de las estructuras fantasiosas abatiendo los momentos estáticos, las rigideces, poniendo en cada movimiento el máximo de dinamismo. “Juan” (Daniel Torres) provoca la explosión de la palabra y el gesto ante la temerosa y avasallada fijeza muda del “hijo”.
El autor no deja que el texto vacile, no deja que implosiones bombas anárquicas. Hay una fuerza diversa en la obra, exploratoria, confortativa. La dirección de Luis Jaunarena, sortea todos los dogmas y proclama las inquietudes comunes o generacionales integradas al desarrollo de la propia personalidad, no solo de la puesta en escena, sino de la propia obra, porque el discurso tiene naturaleza propia
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Montevideo

Uruguay

2012

Las heridas del viento

de Juan Carlos Rubio

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